Friday, February 27, 2009

Slumdog Millionaire


Danny Boyle pretende reconciliar a Bollywood con Hollywood, pero su mirada británica post-colonial sobre la India no sabe superar el prurito imperialista de Kipling. Incluso la fascinación por los juegos de azar es una obsesión nacional que supo plasmar el funcionario colonial con veleidades literarias en su poema If que curiosamente da título a una película de referencia del Free Cinema. Cosas de la ironía que logra crear un nuevo sentido en el vacío. Mucho mejor cuando no daba rienda suelta a su lirismo rancio y se limitaba a transcribir con acierto los cuentos indios que supo recopilar, como Rikki tikki tavi en El libro de la selva.

If you can make one heap of all your winnings
And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings,
And never breathe a word about your loss.

La estructura narrativa en flash-back múltiple desde el plató de televisión hasta la infancia y la historia reciente de Jamal está bien trabada, pero resulta un poco difícil de asumir esa interminable lista de coincidencias que pretenden no ser casualidades. No es una película de denuncia, tampoco tiene ambiciones documentales, no hay tesis alguna. La pobreza más insoportable es un decorado exótico, las viviendas infrahumanas el espacio donde se desarrolla la tragedia que es de un cómico sombrío.

Las matanzas de musulmanes a manos de los hindúes, un sistema de castas criminal que condena al ostracismo a los intocables. Nada es demasiado terrible, la violencia es estetizante, la mierda no huele mal y brilla con un marrón insólito, las montañas de basura de los vertederos incontrolados al aire libre se nos presentan como un caos multicolor. Decorados abstractos en los que evolucionan nuestros héroes. Kim de la India o Jamal de Mumbai, poco importa.

Boyle consigue cegarnos con la cucharilla al rojo vivo, somos nosotros los que perdemos la dignidad y no los niños ciegos que cantan poemas en una esquina por unas miserables rupias. De esta película no emergemos purificados, no nos sumergimos en el Ganges sino en una India poliédrica y febril que olvidó demasiado pronto las enseñanzas de Buda.

En un ejercicio parecido se embarcó Fernando Meirelles con su tan aclamada Cidade de Deus. En aquél caso se trataba de los meninos da rua brasileños. En este son niños indios que deben aprender a sobrevivir y a renunciar a sí mismos. Boyle ya exploraba el tema del dinero caído del cielo y cómo su poder liberador acaba por destruirnos con su película Millions. Ahora retoma la premisa cinematográfica al más puro estilo Bollywood con su estética de rojos florales y amarillos condimentados, colores chillones indigestos y todo tipo de abluciones.

El mafioso malvado, el hermano traicionero, la madre asesinada, el amor imposible, todo muy dickensiano. La parábola está servida. El happy end lo hace mucho más fácil de digerir. Lo único que me fastidia es que se premien en los Oscars cintas que no asumen ningún riesgo. Más que cine parece un spot publiciatario, no acabo de comprender por qué las autoridades indias se han sentido ofendidas. El director británico consigue el más difícil todavía, que te entren ganas de hacer una ruta turística de la miseria. No se me malinterprete, no pretendo decir con esto que toda película que tenga como tema la India deba ser tan engagée como City of Joy de Roland Joffé con un irreconocible y casi creíble Patrick Swayze, pero lo cierto es que esta película es un pasaporte a bidonville

Monday, February 16, 2009

La influencia


Con su opera prima Pedro Aguilera se revela como un realizador de estilo personal. Podemos comulgar o no con la elección de temas y lo descarnado de su tésis, pero la realización es impecable. Recuerda insistentemente el uso pictórico del fotograma que exploraba Erice en el Espíritu de la Colmena. La continuidad de las secuencias es encomiable, la economía de medios, la facilidad y fluidez de las transiciones. La elección de los planos, la iluminación, el sonido y los silencios, pausas dramáticas, todo contribuye a ese efecto atmosférico. Se trata de un cine anímico, que logra, si no la empatía o la compasión, desde luego la paradoja de la identificación. No hay juicios de valor, no caben los argumentos morales ante este estudio mesurado de una depresión en observación.
Entre influencias anda el juego y aunque no soy muy amigo de buscar las coincidencias, la marca indeleble de Tarkovsky se deja sentir con insistencia. La andadura vital del director le hace preferir el cine que hace recaer sobre la imagen el peso de la narración. No en vano fue dibujante de storyboards antes de ponerse detrás de la cámara. Su inspiración confesa, los cuadros de los místicos españoles, de Zurbarán a Murillo. Cine sonoro con vocación de mudo.
Pensar en A Woman Under the Influence, de Cassavetes es casi obligado. La composición del personaje de Gena Rowlands es ambiguo y camina por el filo de la navaja entre la cordura y la locura. A fin de cuentas la locura no es más que un concepto estadístico. De nuevo nos encontramos frente al dilema que ya planteaba Ken Kesey en su singular novela Alguién voló sobre el nido del cuco. Los manicomios como centros de detención en los que los más locos se protegen de los menos locos sin saber muy bien quién está dentro y quién fuera.
Qué mayor violencia puede ejercerse sobre el hombre que la de sustraerle su libre albedrío. Qué mayor tragedia, por extensión, que la de abandonarse y claudicar, dejándose llevar a la deriva, renunciar a ser dueño de tu propia suerte.
Nuestro personaje femenino abandona a sus hijos y emprende un viaje personal en el que ya no pueden seguirla. La esperanza en la desesperanza, los niños son capaces de gestionar la enfermedad de la madre hasta que llega el desenlace. Crónica de una muerte anunciada en la que ellos son las víctimas.

Sunday, February 08, 2009

Benjamin Button


Película ambiciosa sin duda, pero desigual y errática. La estructura de la narración es meándrica, el uso del leit motiv insistente. Al final dan ganas de que la metáfora se torne real y al viejecito lo parta un rayo. La historia se inscribe en la larga tradición americana de los tall tales. Cuentos infantiles poblados por gigantes y enanos, fábulas moralizantes, narraciones hiperbólicas como la de Paul Bunyan el leñador gigante y Babe su buey azul. El subtexto el mito de la frontera, el individualismo americano del hombre autosuficiente hecho a sí mismo. Demostración fehaciente de que el azar es la coartada de los débiles.
El nombre del protagonista es ya de por sí revelador. Benjamin Button, Gilbert Grape ... Forrest Gump. Concedido, éste último rompe el patrón de la aliteración, pero nos sitúa en cualquier caso en el espacio narrativo de la fábula. No es casualidad ya que el guionista Eric Roth que trabajó con Robert Zemeckis para lograr que Tom Hanks encarnara al héroe americano tontorrón, es también el responsable de este desaguisado que malogra el cuento original de Scott Fitzgerald.
La diferencia fundamental entre ambas historias radica en el tratamiento del paso del tiempo. Independientemente de que las agujas del reloj giren en sentido levógiro o dextrógiro hay que encontrar soluciones narrativas. En el caso de Benjamin, su personaje encarna sucesivamente o todas las estrellas de cine de las distintas épocas que abarca su vida. Forrest Gump en cambio es un pícaro, servidor de muchos amos. No impersona ni suplanta, la historia de estados unidos pasa frente a sus ojos como en una moviola.

Doubt


La valentía de esta cinta es sobrecogedora. La frontera difusa entre la verdad y la mentira. El camino tortuoso que conduce de la presunción de inocencia a la duda razonable. El doloroso descubrimiento de que la verdad en nuestras sociedades posmodernas es un pacto social de lo más banal. Para llegar a la verdad es imprescindible pasar por la mentira. A fin de cuentas, la verdad absoluta no es humana sino divina. A nosotros nos quedan las omisiones, aproximaciones, ficciones útiles, mentiras piadosas.
La duda sistemática cartesiana conduce irremisiblemente al solipsismo, cuando el escepticismo militante nos ciega y nos anula. Enfrentarse al mal sintiéndose en posesión de la verdad, que ha de iluminar nuestro camino, no es sino una manera sutil de vender el alma al diablo. Todo es mentira, la verdad. ¿Quién le concede al cura el beneficio de la duda?
En última instancia no importa que sea culpable o inocente. Para la monja tradicionalista su renuncia y su traslado a otra parroquia es demostración suficiente de culpabilidad. Lo cierto es que ella mintió primero al sugerir que había investigado su pasado. Una confesión a medias para evitar un mal mayor. Una huida hacia adelante, de parroquia en parroquia con el oscuro secreto que gobierna su vida pisándole los talones.

Tuesday, February 03, 2009

Revolutionary Road

Sam Mendes decepciona de nuevo, sus buenas intenciones no están a la altura de sus pretensiones. Sabe describir con solvencia la vida de los suburbios americanos y las familias de clase media de maridos atrapados en un trabajo embrutecedor que no soportan y mujeres liberadas que ya no les quieren.

Poco importa que la trama se desarrolle en la América de los años 50 o en la de los 90. En el caso de American Beauty acertaba con la estética muy a lo Twin Peaks, en la estela de David Lynch, pero desbarraba con el misticismo naïf, tan americano por otra parte, de la bolsa de plástico que bailaba en una ráfaga de viento.

Las cosas tienen alma, el trascendentalismo de Thoureau y Emerson forma parte de la herencia intelectual de Estados Unidos, pero francamente prefiero ir a ver al joven idealista que se empeño en desviarse de la recta senda e ir a la búsqueda de ese camino que dicen se hace al andar por las heladas planícies de Alaska, al más puro estilo Walden, en la bellísima Into the Wild, antes de que me den lecciones en la metafísica de los tubos.

Más que Revolutionary Road debería llamarse The Road not Taken, poema de Robert Frost que forma parte del inconsciente colectivo americano. Dos caminos se bifurcan en el bosque y yo tomé el camino menos transitado... clara referencia a las encrucijadas de la vida, los vacíos de voluntad, las decisiones que no tomamos y la vida toma por nosotros.

TWO roads diverged in a yellow wood,
And sorry I could not travel both
And be one traveler, long I stood
And looked down one as far as I could
To where it bent in the undergrowth.

(...)

Monday, February 02, 2009

40 days dans le désert



Moebius abandona el hiperrealismo de su serie Blueberry para adentrarse en el preciosismo del grabado de ciencia ficcion.