Sunday, November 09, 2008

Séraphine


Confieso que no suelen gustarme los biopics de artistas. Resultan un poco monótonas esas biografías filmadas en las que el artista maldito es protagonista de su propia vida y el cineasta de turno intenta desvelar la génesis de la obra con sugerentes fundidos del cuadro a la realidad. Desde El loco del pelo rojo en el que Kirk Douglas daba vida a un Van Gogh desatado y excesivo, todas las películas sobre artistas plásticos han tratado de lograr esá síntesis vida-obra que ya apuntaba Vasari en sus vidas de artistas Vite y que ya se ha convertido en un topos. No me convence el niño-sátiro que encarna Anthony Hopkins como Picasso, ni el esquizofrénico-torturado al que da vida Ed Harris en Pollock que tambien dirige, ni siquiera me emocionó demasiado Basquiat de Julian Schanabel aunque hay que reconocer que es una de las más personales. Explicar la obra desgranándola cuadro a cuadro y con fundidos y superposiciones en los que los personajes de la narración dan el doble salto mortal de la ficción a la ficción, del fotograma al lienzo.
En cambio Séraphine me ha emocionado por su simplicidad y por la valentía del personaje. Pintura naïve sin perspectiva, en dos dimensiones más propia del arte medieval que del siglo XIX, los motivos florales: árboles, plantas. Los tintes naturales, el rojo de la sangre, la cera de las velas para dar consistencia a los colores. Séraphine es doméstica y pinta con los dedos en sus ratos libres. En tabla de madera y en pequeños formatos al principio. Hasta que la descubre su mecenas, marchand en París y el descubridor de Rousseau, y empieza el lienzo y los grandes formatos. La Gran Guerra pone fin al idilio. Mecenas y protegida se separan. Él es alemán y ella francesa. Material suficiente para un melodrama malo, de no ser porque hablamos de personajes reales y acontecimientos históricos.