Monday, February 16, 2009

La influencia


Con su opera prima Pedro Aguilera se revela como un realizador de estilo personal. Podemos comulgar o no con la elección de temas y lo descarnado de su tésis, pero la realización es impecable. Recuerda insistentemente el uso pictórico del fotograma que exploraba Erice en el Espíritu de la Colmena. La continuidad de las secuencias es encomiable, la economía de medios, la facilidad y fluidez de las transiciones. La elección de los planos, la iluminación, el sonido y los silencios, pausas dramáticas, todo contribuye a ese efecto atmosférico. Se trata de un cine anímico, que logra, si no la empatía o la compasión, desde luego la paradoja de la identificación. No hay juicios de valor, no caben los argumentos morales ante este estudio mesurado de una depresión en observación.
Entre influencias anda el juego y aunque no soy muy amigo de buscar las coincidencias, la marca indeleble de Tarkovsky se deja sentir con insistencia. La andadura vital del director le hace preferir el cine que hace recaer sobre la imagen el peso de la narración. No en vano fue dibujante de storyboards antes de ponerse detrás de la cámara. Su inspiración confesa, los cuadros de los místicos españoles, de Zurbarán a Murillo. Cine sonoro con vocación de mudo.
Pensar en A Woman Under the Influence, de Cassavetes es casi obligado. La composición del personaje de Gena Rowlands es ambiguo y camina por el filo de la navaja entre la cordura y la locura. A fin de cuentas la locura no es más que un concepto estadístico. De nuevo nos encontramos frente al dilema que ya planteaba Ken Kesey en su singular novela Alguién voló sobre el nido del cuco. Los manicomios como centros de detención en los que los más locos se protegen de los menos locos sin saber muy bien quién está dentro y quién fuera.
Qué mayor violencia puede ejercerse sobre el hombre que la de sustraerle su libre albedrío. Qué mayor tragedia, por extensión, que la de abandonarse y claudicar, dejándose llevar a la deriva, renunciar a ser dueño de tu propia suerte.
Nuestro personaje femenino abandona a sus hijos y emprende un viaje personal en el que ya no pueden seguirla. La esperanza en la desesperanza, los niños son capaces de gestionar la enfermedad de la madre hasta que llega el desenlace. Crónica de una muerte anunciada en la que ellos son las víctimas.

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