Twilight

El género vampírico es viejo como el cine, desde el Nosferatu de Murnau y M. de Fritz Lang hasta el Vampyr de Dreyer. Sin olvidar el clásico Drácula, de Tod Browning con el inmortal Bela Lugosi y el disparatado Baile de los vampiros de Polanski. Coppola resucitó el mito adaptando la novela homónima de Bram Stoker sin reparar en los gastos. Twilight desgraciadamente no se enmarca en esta ilustre genealogía. Hay que ir a buscar a la televisión y sus series vampíricas de los 90 para entender el fenómeno de la bit lit y su salto a la gran pantalla. Buffy la cazavampiros es indiscutiblemente el correlato televisivo de Crepúsculo.
El cine adolescente siempre adolece de lo mismo, es plano, carca y maniqueo en sus planteamientos. El cine de vampiros adolescente sigue las mismas convenciones que el de terror. Son siempre los chicos y chicas malas que beben, follan y se drogan los que acaban muriendo a manos del asesino en serie o el personaje sobrenatural de turno. En el caso de Crepúsculo los vampiros buenos son insoportablemente clase media acomodada viviendo en casas de ensueño que recuerdan insistentemente al proyecto Fallingwater de Frank Lloyd Wright. Los vampiros malos en cambio tienen el pelo largo y sucio visten a lo hippy y han heredado el miserabilismo de los baby boomers. El mensaje subliminal es tan burdo que resulta hasta gracioso.