Mio fratello è figlio unico

Revista electrónica de crítica de cine
Película de género que se sale tímidamente de los caminos trazados por los grandes maestros en cintas tan aclamadas como Testigo de cargo, La sombra de una duda, Matar a un ruiseñor o 12 hombres sin piedad. Claro está que Wieslaw Saniewski no está a la altura de Hitchcock, Mulligan o Lumet y quizá no sea pertinente la referencia, pero el tema del falso culpable, la caza de brujas, el veredicto cerrado en falso cuando la justicia no cuenta con pruebas concluyentes sino más bien circunstanciales nos remite inexorablemente a los clásicos del cine de juicios y tribunales.
Todo apunta al marido infiel y amante desatento, maduro aunque atractivo presentador de televisión, galán por vocación que seduce a productoras y periodistas sin cuento, como el probable asesino de la joven embarazada. Una cultura católica e intransigente en lo que a la interrupción prematura de embarazos y dobles asesinatos se refiere. Un juez acomplejado por la tiránica influencia de su mentor, abogado estrella para la defensa en el caso de asesinato y con el lastre emocional de su relación ilícita con la juez auxiliar que le presiona para dar ejemplo de rectitud moral y no solidarizarse con los pobres de espíritu que como ellos han caído en la tentación de las relaciones de ocasión.
Un jóven licenciado en derecho con veleidades artísticas y un sueño, convertirse en fotógrafo. Homenaje poco sutil al Blow Up de Antonioni con imágenes oníricas en el duermevela traqueteante del viaje en tren de unos mimos jugando al tenis sin raqueta, ni pelota, ni esperanza ... La conexión banal, el joven aspirante a abogado quiere ser fotógrafo, pero él a diferencia de David Hemmings no fotografía a una Vanessa Redgrave jovencísima y embrujada sino árboles y parques. No sorprende un asesinato revelando negativos al azar sino que al contrario descubre inocentes fotografiando las actas del juicio.
Más le hubiera valido a Saniewski haberse concetrado en su tesis inicial de que la verdad es poliédrica, los personajes y situaciones intercambiables y la memoria traicionera. Que la diferencia entre lo que somos y lo que desearíamos ser se difumina en una embrutecedora sucesión de errores y de horrores. Al empeñarse en redimir la judicatura polaca personalizando el cambio en un joven idealista, fotógrafo por ambición y abogado de causas perdidas por accidente logra finalmente que la película le estalle en las manos y se convierta en humo.