Wednesday, August 16, 2006

Melinda y Melinda



Como el suave crujir de las hojas que anuncia el cambio de estación nos llega la película otoñal de Woody Allen. Todo un rito ancestral, los inconfundibles títulos de crédito, el Jazz New Orleans que suena de fondo, los temas y obsesiones recurrentes del cineasta neoyorquino: la identidad, la intimidad, la infidelidad, los celos, la incomunicación. Siempre resulta agradable acudir a la cita anual con Woody Allen, aunque últimamente su trayectoria haya sido algo irregular. Desde Desmontando a Harry, el genio de Manhattan no había logrado recobrar el pulso narrativo.

Erráticas, autocomplacientes, sus últimas películas lograban emocionar, y no exclusivamente a sus incondicionales, porque es un autor con una camaleónica capacidad de reinventarse. La carrera de Woody Allen se deslizaba ya hacia un registro indefinido, reconocible, porque él siempre se filma a sí mismo, pero carente de la pujanza de antaño. Algunos lo interpretaban como una apuesta acomodaticia, un descanso del guerrero y sin embargo, cómo conciliar esta lectura con la intensa causticidad de la muy notable Un final made in Hollywood. Cierto es que hasta Melinda y Melinda han pasado varios años sin que pudiésemos sentir un reencuentro, siquiera parcial, con un gran Woody Allen, pero cada nueva película era la promesa de lo que habría de venir.

Nada que objetar a Melinda y Melinda, un planteamiento engañosamente sencillo en el que se abandona la diferenciación de líneas narrativas a través del ritmo de montaje que exploró Allen con éxito en el pasado. Este film se construye en torno a una premisa elemental, la eterna dualidad entre el sentimiento trágico de la existencia y la comicidad que subyace a todo acontecimiento vital. Ambos se funden y confunden en nuestras vidas, pero mientras que una perspectiva conduce al pesimismo, la otra rezuma cinismo. Woody sucumbe por un lado a sus influencias bergmanianas y literarias especialmente teatrales: Chejov, Ibsen, Strindberg, y por otro a su pasión por los hermanos Marx, el screwball comedy y las películas de Bob Hope. Sin embargo, lejos de hacer un ejercicio académico y apartándose conscientemente de sus modelos teatrales, deja que la vida arrastre a unos y otros, personajes y autores. Y la dualidad, recurrente en el cine, se desdibuja en el mar de contradicciones cotidianas en un cruce de personajes magníficamente orquestado.

Allen firma una obra coral poblada por hombres y mujeres de éxito, judías, cultivadas, desesperadamente neuróticas que pretenden poner un poco de amor en sus vidas, cada vez más complicadas. Dos amigos escritores han quedado para cenar. Uno de los comensales cuenta una anécdota protagonizada por una mujer desarraigada llamada Melinda. La lectura trágica y existencial de los hechos propuestos, y la cómica, se suceden. La película, a partir de ese momento, discurre en montaje paralelo presentando alternativamente los dos tratamientos aparentemente antagónicos, pero que son esencialmente complementarios.

Radha Mitchell afronta con entereza el reto interpretativo de escenificar a las dos Melindas, la divertida y la depresiva. Es muy curiosa la diferente puesta en escena empleada para cada fragmento del relato, opuestas hasta en la partitura. Allen plantea el reparto de actores y personajes más consistente de los últimos tiempos, con el singular acierto de Will Ferrell, un actor que puede sustituirle sin imitarle. La escena en la que el hombre descubre a su mujer en la cama con otro presenta en este film un giro inesperado, demostrando que aún puede darle una vuelta de tuerca a la situación más manida.

No se trata en ningún caso de una renuncia, ni de una exploración de viejos aciertos, Melinda y Melinda contiene todas sus señas de identidad. Hace tiempo que no lograba un encaje tan equilibrado entre su innegable tendencia a la tragedia, su voyeurismo recalcitrante y la observación inquisitiva del absurdo cotidiano, diseccionando a sus personajes con la gratitud y el amor de quien se sabe vivo sin remedio. Sin llegar a las cotas alcanzadas con Manhattan, se adivinan ecos de Hannah y sus hermanas, de Misterioso asesinato en Manhattan, o de Delitos y faltas.

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