Sunday, November 04, 2007

Alexandra



Sokurov nos propone un viaje a los confines de la equívoca y unívoca federación rusa que trata con algo más que indiferencia a las etnias ultraperiféricas y rebeldes. Los chechenos no son obscenos como pretenden convecernos los rusos. Pueblo sometido y sojuzgado que lucha por su independencia. Pocas proclamas y soflamas hay en todo caso en esta cinta sobre el proceso de deshumanización progresiva que conduce a guerras que no tienen fin, puesto que nada empieza ni acaba, en el amor ni en la guerra. Amor de una abuela por su nieto, de una babuska resuelta que sabe que no hay nada al final de nuestro camino, palabras. Sólo los gestos y las personas balizan el camino. Sólo las emociones sobrevivirán.

En la gran tradición soviética de películas como la Balada de un soldado de Grigori Naumovich Chukhraj, máximo exponente del movimiento neoromántico 1954-1962, en la que se relata la misma historia pero a la inversa. En el film de Chukhraj es un hijo que en el frente intenta volver a casa para ver a su madre antes de que ésta muera. En el camino a casa de tren en tren, haciendo camino al andar, encuentra el amor en un recodo del camino. En esta ocasión es una abuela la que ata a un capitán del ejército, más sonrojado que enrojecido por la sangre que mancha sus manos que intuye es la misma que late en sus sienes, la misma que le persigue en sueños.

En un acuartelamiento del ejército ruso, entre centinelas descarados, cocineros taciturnos y material pesado y de transporte, engrasado concienzudo de Kalashnikovs sin cuento, la anciana Alexandra descubre a hombres que se vuelven niños, y niños a los que se obliga a ser hombres antes de tiempo. Las mujeres son un enemigo más, los soldados y el ejército aman las generalizaciones casi tanto como las incursiones. Alexandra los vence a todos con su tozudez y su sabiduría que viene de la tierra y sus semillas, de las espigas de trigo y los tristes tigres que se afilan las uñas y devoran a sus víctimas con la tristeza de un león vegetariano. Poco importa que sean chechenos o uzbecos.

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