Harry Potter

La capacidad de la Rowling para beber de las fuentes de la literatura infantil anglosajona nunca dejará de sorprenderme. En esta última entrega roba con descaro de la saga artúrica la muerte de Merlín traicionado por Morgana le fay. El improbable asesino de Dumbledore es Malefoy, el aprendiz de mago. La autora no se molesta siquiera en maquillar los nombres. Mordred era el hijo ilegítimo de Morgana concebido con su propio hermano. Claro que el público infantil y adolescente de la saga del mago superhéroe no se presta a este tipo de tramas oscuras de traición y pulsión sexual. Así que se edulcoran y desvirtúan.
En Harry Potter los magos adolescentes no se acuestan unos con otros, sólo se magrean en secreto. Los chicos buenos no hacen cosas feas. El tufillo de represión judeo-cristiana se escapa de la marmita de la clase de pociones. El mensaje blandengue e irreal. La estética logra por momentos acercarse a los clásicos de la literatura como el Beowulf o las sagas islandesas. Con míticas criaturas semihumanas que habitan en simas profundas y aguas tenebrosas. Las costas escarpadas, cuevas profundas, barcas para cruzar la laguna Estigia o para poner proa a Ynys Affalon, poco importa la tradición, y pozos de agua cristalina que contienen la sabiduría, aunque ésta se pague cara. Odín tuvo que arrancarse un ojo, Dumbledore en cambio sólo se debilita en premonición del sacrificio final.
Quizá faltó que Potter lanzara la varita de su maestro a la inmensidad del océano a la espera de que la dama del lago la recogiera. Con todo, sigo pensando que se inspiraron en la tradición celta con mayor provecho C.S. Lewis y Tolkien, por citar sólo dos ejemplos. En el caso de éste último por razones evidentes. Profesor de literatura inglesa en Oxford, especializado en Old English y con particular amor por sagas, runas, alfabetos herméticos y mundos paralelos.
Tampoco deja pasar la oportunidad de parasitar el maravilloso cuento de Gerald Durrell, El paquete parlante. En este caso la puerta al otro mundo, que no es un más allá ni un más acá, sino sencillamente un acullá, no es un armario sino un trenecito volador, Hortensia, que conduce a los hermanos a un mundo mítico de magos y monstruos, guiados por un loro y una araña encantados, emisarios del despistado aunque entrañable mago H.H. ¿Suena familiar?
0 Comments:
Post a Comment
<< Home