Survivre avec les loups

Una bella historia muy mal contada. La cautivadora autobiografía de una Anna Frank belga que baila con lobos. Cruza Europa siempre hacia el este siguiendo la pista de sus padres, judíos ucranianos deportados por la Gestapo. Misha inicia un periplo de ida y vuelta por los bosques europeos que la llevará hasta Ucrania y de nuevo a Bruselas con la liberación. Fábula de una caperucita roja que no teme al lobo feroz sino que lo interioriza e imita. Gretel inopinada que deja un rastro de piedrecitas que conforman su nombre, talla sus iniciales en los troncos de los árboles, siguiendo implacablemente la aguja que marca el este. La directora abusa de los insertos que tan buenos resultados le dieron a Hitchcock para crear sutiles concatenaciones de causa-efecto: la brújula, el cuchillo, la muñeca. Son todo muletillas narrativas que permiten que la película no se estanque y que el montaje a ritmo de videoclip nos muestre sin prisa pero sin pausa las evoluciones de la niña por paisajes nevados, y oscuros bosques.
Cuento infantil, parábola edificante de una niña que amansa a las fieras y sufre la violencia de los hombres cuya agresividad los torna niños. Hay aciertos visuales, acercamientos tímidos al documental: los niños polacos con las manos en la cabeza siendo conducidos a la muerte, el desalojo del ghetto de Varsovia. Recuerda vagamente a los clásicos del Shoah: La lista de Schindler, El pianista aunque claro está Vera Belmont no es Spielberg ni Polanski. El hule rojo a modo de capa no sólo nos remite a Perrault de modo incierto sino que además nos recuerda insistentemente la niña vestida de rojo que Spielberg usó como leit motiv de la narración del holocausto, testigo presencial, víctima propiciatoria. El rojo de la sangre queda difuminado por el blanco y negro de la cinta, pero el rojo de la chaqueta remendada le devuelve el color que da vida.
No es necesario dejar que la niña nos grite su hambre de seis semanas, tampoco era necesario que gritara un NO tan rotundo cuando oye el ruido de las ametralladoras al paso del séquito de desharrapados polacos, santos inocentes por accidente. Es una película de consumo infantil a la que llevar a los niños un domingo de abril. Balizado el camino, explícitas las emociones, no hay espacio para la reflexión, ni para la identificación. Es todo demasiado simple, los lobos y los hombres, los judíos y los nazis, el bien y el mal que todo lo permea. Más allá del bien y del mal se encuentra la frontera esquiva de lo tolerable y lo intolerable, el resto es moralina que rima con naftalina.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home