De la serie B a la Z

De vez en cuando es interesante zambullirse en el universo paralelo de la serie B. Dos propuestas diametralmente opuestas. La ciudad de los muertos vivientes del inmortal Lucio Fulci y Kangeroza de Seijun Suzuki. Dos códigos visuales antagónicos hasta rayar en lo agónico. No se trata de contrapunto sino más bien de la imagen en positivo y en negativo. El código de colores, la simbología de la muerte, los gestos y protocolos de la cultura occidental y oriental para enfrentarse al viaje final.
Freud habría quedado prendado de la sucesión de neurosis, obsesiones primarias con muñecas y gusanos. La figura siempre ambigua del cataléptico que tanto juego dio al maestro del horror, E. A. Poe. Sucesión de imágenes repugnantes que pretenden conjugar a Lovecraft y a las brujas de Salem, en un cóctel algo difícil de digerir. Los anélidos que nos persiguen en sueños, el único anillo que no podremos eludir.
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